Si das una mirada a tu corazón ¿Podrías decir como el salmista?  “El sufrimiento me hizo bien”.  Parece absurdo pero el oro es afinado por el fuego para quitar la escoria.  De igual modo,  el cristiano es purificado a través de las pruebas y aflicciones.

    A veces nos acomodamos en nuestras vidas piadosas y hasta hacemos el evangelio cotidiano y son las aflicciones y pruebas  que nos humillan y nos recuerda que debemos poner nuestros ojos en Cristo.  Además es por medio de ellas que conocemos a Dios de formas que no imaginábamos. 

    Gracias a la aflicción, salen a la luz mis motivaciones, deseos y necedad.  Cosas que ni sabías que estaban en tu corazón saldrán en la hora de la desolación.

    Son en esos tiempos cuando entendemos que vivir la palabra es lo que más te edifica, cuando pasas de ser oidor olvidadizo hacer hacedor, pues  a través del dolor nuestro corazón vuelve arder y a temblar por Dios.  Es en ese lugar donde descubres que a Dios no le han sorprendido tus fallas pues la sabia y por ellas envió a su hijo para darte vida.

Bueno es para mí ser afligido, para que aprenda tus estatutos. 

   Salmos 119:71 Gracias a Dios, porque  el sufrimiento, la vergüenza por fallar, la desesperación o cualquier aflicción nos lleva a aprender.  Primero sobre Dios cosas nuevas.  Por ejemplo en la desesperación conoces que Dios es tu única paz.   Cuando fallas aprendes que Dios es el que restaura sin señalar. 

    También aprendes de ti mismo, sobre  tu propio corazón  “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿Quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9)

    ¿Puedes decir como el Salmista? ¿Podremos aprender de la aflicción? La otra opción es que nos quedaremos lamiéndonos las heridas y cuestionando a Dios.